Laia Giner, 2º de Bachillerato
La literatura ha formado parte de mi vida desde que me alcanza la memoria, y seguro que desde antes también.
Primero, cuando mis padres me leían cuentos antes de dormir; aún recuerdo mi primer libro, el Gran Libro de los Grimm, que todavía conservo, y a Gloria Fuertes y sus Cuentos para 365 días. Pero no todo era sobre papel; tampoco podría olvidar cómo mi hermana y yo obligábamos (literalmente) a mi padre a inventarse historias para después contárnoslas, cada noche una diferente.
Después, al crecer y empezar el colegio, llegó El profesor chiflado, que leía continuamente.
Con el instituto comenzaron los libros de lectura, que, sinceramente, no era algo que me agradase especialmente, pero debo admitir que hubo excepciones, como Marianela, que me sorprendió realmente, El poder de una decisión o El príncep de la boira.
Con Memorias de Idhún, la saga de Laura Gallego, empecé a sentir que, de alguna manera, necesitaba mis libros, para enfrascarme en ellos y vivir toda clase de aventuras, sentir lo que los personajes sentían, conocer nuevos lugares, tener experiencias distintas y, sobre todo, sentirme bien.
Ahora, mientras leo, puedo estar en el Amazonas con Alex y Nadia en La ciudad de las bestias, en Nueva York con Holly en Desayuno en Tiffany's, me pongo en la piel de quien ve las cosas desde una perspectiva totalmente distinta con El curioso incidente del perro a medianoche, y sufro lo que tantos otros sufrieron con El niño con el pijama de rayas.
Así que, siendo sincera, creo que no sabría explicar qué es exactamente la literatura para mí, pero sí que sé algo: que después de muchos años, es algo muy importante, algo que necesito. Supongo que, a fin de cuentas, todos somos la literatura.
